miércoles, 20 de julio de 2016

TERCERA ENCICLICA DE JUAN PABLO II

Laborem Exercens

 (14 de septiembre de 1981)



Escrita para ser publicada el 15 de mayo de 1981, fecha en que se conmemoraba el 90 aniversario de la Rerum novarumla Laboremn exercens no fue dada a conocer hasta el 14 de septiembre de ese mismo año. Estamos pues a las puertas de celebrar el trigésimo aniversario de su publicación.

La razón de su publicación en recuerdo de la Rerum novarum era continuar con la tradición seguida por los distintos papas sucesores de León XIII de aprovechar diversas fechas conmemorativas de la publicación de la primera encíclica social para recordar con nuevos documentos aquel hecho y a su vez responder a los problemas sociales más acuciantes del momento histórico en que se publicaban estos.

La razón de su publicación cuatro meses después de la fecha prevista fue debida a que, como recuerda el mismo Pontífice en el último punto de la encíclica, la víspera de cuando la había de firmar sufrió el  conocido atentado en la Plaza de San Pedro.

La encíclica de difícil lectura supuso una sorpresa por dos motivos: era una reflexión monográfica sobre el trabajo cuando anteriores documentos habían abordado sucesivamente varios temas y además  mostraba a un Papa que, pese a que se había manifestado hasta ese momento como conservador en materias de familia, sexualidad y vida eclesial, era en cambio avanzado en lo social.  


CARTA ENCÍCLICA
LABOREM EXERCENS
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II

1. El trabajo humano 90 años después de la «Rerum novarum»
Habiéndose cumplido, el 15 de mayo del año en curso, noventa años desde la publicación —por obra de León XIII, el gran Pontífice de la «cuestión social»— de aquella Encíclica de decisiva importancia, que comienza con las palabras Rerum Novarumdeseo dedicar este documento precisamente al trabajo humano, y más aún deseo dedicarlo al hombre en el vasto contexto de esa realidad que es el trabajo. En efecto, si como he dicho en la Encíclica Redemptor Hominispublicada al principio de mi servicio en la sede romana de San Pedro, el hombre «es el camino primero y fundamental de la Iglesia»,4 y ello precisamente a causa del insondable misterio de la Redención en Cristo, entonces hay que volver sin cesar a este camino y proseguirlo siempre nuevamente en sus varios aspectos en los que se revela toda la riqueza y a la vez toda la fatiga de la existencia humana sobre la tierra.
El trabajo es uno de estos aspectos, perenne y fundamental, siempre actual y que exige constantemente una renovada atención y un decidido testimonio. Porque surgen siempre nuevos interrogantes y problemas, nacen siempre nuevas esperanzas, pero nacen también temores y amenazas relacionadas con esta dimensión fundamental de la existencia humana, de la que la vida del hombre está hecha cada día, de la que deriva la propia dignidad específica y en la que a la vez está contenida la medida incesante de la fatiga humana, del sufrimiento y también del daño y de la injusticia que invaden profundamente la vida social dentro de cada Nación y a escala internacional. Si bien es verdad que el hombre se nutre con el pan del trabajo de sus manos,5 es decir, no sólo de ese pan de cada día que mantiene vivo su cuerpo, sino también del pan de la ciencia y del progreso, de la civilización y de la cultura, entonces es también verdad perenne que él se nutre de ese pan con el sudor de su frente;6 o sea no sólo con el esfuerzo y la fatiga personales, sino también en medio de tantas tensiones, conflictos y crisis que, en relación con la realidad del trabajo, trastocan la vida de cada sociedad y aun de toda la humanidad.¨



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